Es para mí es un privilegio vivir siendo una religiosa de la
Congregación de las Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado (CCVI) de San
Antonio, Texas.
Tenemos un compromiso de por vida que nos lleva a hacer realidad el
amor del Verbo Encarnado en los sucesos ordinarios de la vida cotidiana.
Sostenidas por una vida de oración contemplativa y con el apoyo de la
Comunidad, aprendemos a crear un espacio seguro y sagrado en nuestra relación
con otros para así poder afirmar la dignidad y las diferencias de las personas
a quienes servimos.
Aprendí, por experiencia, la realidad del amor de Dios en el corazón
de mi familia católica irlandesa, donde mi vocación religiosa se nutrió y
recibió apoyo a través de la oración diaria y de la vida cristiana.
A los 15 años de edad lo dejé todo para seguir a Cristo como
misionera, tomando una decisión que produjo un gran impacto en mi vida y de la
que nunca me he arrepentido. Este llamado personal, acompañado de la
experiencia dinámica y personal del amor bondadoso de Dios hacia todo su
pueblo, me ha llenado de alegría interna y de paz incluso en medio de los retos
y vicisitudes de la vida.
Mi ministerio activo ha sido la enseñanza; una profesión que amo y
valoro profundamente. Independientemente del nivel de instrucción o de la
materia, considero que esta noble profesión es una posición desde la cual se
ejerce el impacto de mayor alcance para hacer el bien en la vida de las
personas. En mi juventud, empecé con los niños de primer grado; fue en realidad
un gozo incomparable. Después enseñé latín, francés y alemán en Incarnate Word
High School en San Antonio. Más tarde, enseñé seis niveles de francés a los
estudiantes del Colegio del Verbo Encarnado en Galway, Irlanda. En otoño del
2014, celebré mi 23 aniversario como profesora de Lenguas Bíblicas, dando
clases de latín, griego y hebreo en la Universidad Estatal de Missouri, en
Springfield, MO.
En un sentido muy real, mi vida providencialmente ha cerrado un
ciclo y me ha permitido hacer realidad el sueño de ser misionera; la razón por
la cual dejé mi casa, mi familia y mi país hace ya muchas décadas.
Cada día nos ofrece una vez más la oportunidad y el privilegio de
interactuar a nivel personal con los jóvenes, afirmándolos, desafiándolos y
apoyándolos… a medida que se despliegan sus sueños.
Es mi esperanza sincera y mi ferviente oración que los padres de
familia de nuestros tiempos nutran en su familia una experiencia profunda y
personal del amor de Dios y en esa forma fomenten vocaciones religiosas en
quienes serán testigos del amor fiel de Dios en el siglo XXI y más allá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario