miércoles, 2 de marzo de 2016

Misionero de misericordia y paz

Por Patricia Estrada, Novicia.

Haber ido a ver al Papa a Morelia anima mi caminar; desde que llegué el ambiente era festivo muchas religiosas, seminaristas y sacerdotes por todos lados, al cruzarse nuestras miradas el saludo era espontaneo como si nos conociéramos de mucho tiempo, porque aun siendo de distintas edades, estados y congregaciones tenemos en común a Cristo.
El momento de estar en el estadio y mirar a mi alrededor a miles de personas que formábamos parte de la vida consagrada me lleno de asombro, de esperanza, de emoción, fue ser consciente de que Dios sigue invitando, llamando y no se cansa de hacerlo, sigue apostando y “echándole ganas” como diría en uno de sus discursos el Papa, me sentí parte del corazón vivo de la iglesia latiendo para gritar al mundo que Jesús está vivo en nuestras vidas, que este estilo de vida es posible.

El Papa en su homilía nos habló sobre la primer llamada que hace Dios en nuestra vida, la llamada a ser  Hijas  amadas, nos invita a lo divino, a introducirnos en el corazón de Jesús, un corazón que reza y vive diciendo Abba, nuestra misión como consagradas es decir con nuestra vida desde el principio hasta el final, “Padre nuestro” y recordarles a los demás esta alegría se ser hijos muy amados de Dios.

Durante el evento pasaron algunos videos con palabras del Papa dirigido a la vida consagrada que me han dejado un mensaje profundo, sobre el  seguimiento de Jesucristo, varias veces me cuestionaba ¿por qué me llama a mí Dios?, porque sé qué me llama, pero ¿no sé para qué me llama? el Santo Padre me ha dado la respuesta  “Vayan tranquilas Él les hará comprender para qué les llamo” no necesite más para dar respuesta a tal interrogante, aquel que me llama me lo hará comprender en su momento, mientras he de andar en la paz y tener memoria como también invitó el Papa del camino recorrido, del encuentro con Jesucristo a lo largo de este camino y del asombro que esto ocasiona, para compartirlo con todo aquel que necesita aliento en su vida y manifestar las grandes cosas que ha hecho el Señor por mí.

También me hizo ser consciente de que a la vida consagrada se nos ha confiado una gran responsabilidad, se nos ha confiado al Pueblo de Dios, pero que no estamos solas en este camino nos ayudamos con el ejemplo y la oración, el Señor se vale de nosotras para que su luz llegue hasta el último  rincón de la tierra y servir es el privilegio que Dios ha otorgado a la vida religiosa.

Por último quiero tomar de nuevo las palabras del Papa para dirigirme a toda aquella persona que sienta la llamada en su corazón: “¡Jóvenes el Señor hoy los llama!” y no al montón sino a cada uno y personalmente, escuchen su corazón, aun con todo el miedo que puedan sentir apuesten sus vidas a algo grande que es Cristo, que entre en sus vidas. Puedo decirles que seguir a Jesús no garantiza que sea fácil, pero hay algo que puedo asegurarles, para mí fue la decisión que me dio pleno sentido, que lo ha valido todo, que me ha llenado de verdadera alegría y felicidad pues ser Hermana de la Caridad del Verbo Encarnado es lo mejor que me ha pasado en la vida.

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