Por Patricia Estrada, Novicia.
Haber ido a ver al Papa a
Morelia anima mi caminar; desde que llegué el ambiente era festivo muchas
religiosas, seminaristas y sacerdotes por todos lados, al cruzarse nuestras
miradas el saludo era espontaneo como si nos conociéramos de mucho tiempo,
porque aun siendo de distintas edades, estados y congregaciones tenemos en
común a Cristo.
El momento de estar en el
estadio y mirar a mi alrededor a miles de personas que formábamos parte de la
vida consagrada me lleno de asombro, de esperanza, de emoción, fue ser
consciente de que Dios sigue invitando, llamando y no se cansa de hacerlo,
sigue apostando y “echándole ganas” como diría en uno de sus discursos el Papa,
me sentí parte del corazón vivo de la iglesia latiendo para gritar al mundo que
Jesús está vivo en nuestras vidas, que este estilo de vida es posible.
El Papa en su homilía nos habló
sobre la primer llamada que hace Dios en nuestra vida, la llamada a ser Hijas
amadas, nos invita a lo divino, a introducirnos en el corazón de Jesús,
un corazón que reza y vive diciendo Abba, nuestra misión como consagradas es decir
con nuestra vida desde el principio hasta el final, “Padre nuestro” y
recordarles a los demás esta alegría se ser hijos muy amados de Dios.
Durante el evento pasaron
algunos videos con palabras del Papa dirigido a la vida consagrada que me han
dejado un mensaje profundo, sobre el
seguimiento de Jesucristo, varias veces me cuestionaba ¿por qué me llama a mí Dios?, porque
sé qué me llama, pero ¿no sé para qué me llama? el Santo Padre me ha dado la
respuesta “Vayan tranquilas Él les hará
comprender para qué les llamo” no necesite más para dar respuesta a tal
interrogante, aquel que me llama me lo hará comprender en su momento, mientras
he de andar en la paz y tener memoria como también invitó el Papa del camino
recorrido, del encuentro con Jesucristo a lo
largo de este camino y del asombro que esto ocasiona, para compartirlo con todo
aquel que necesita aliento en su vida y manifestar las grandes cosas que ha
hecho el Señor por mí.
También me hizo ser consciente
de que a la vida consagrada se nos ha confiado una gran responsabilidad, se nos
ha confiado al Pueblo de Dios, pero que no estamos solas en este camino nos
ayudamos con el ejemplo y la oración, el Señor se vale de nosotras para que su
luz llegue hasta el último rincón de la
tierra y servir es el privilegio que Dios ha otorgado a la vida religiosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario