¡Sígueme! Es el continuo llamado del
Señor Jesús en su mensaje explicito e implícito, de manera concreta a una
vocación específica y general en su seguimiento como hijos e hijas de Dios. El
llamó a los doce de manera única, en los caminos de su vida cotidiana, llama a
través de parábolas, y llama a cada persona por su nombre.
Cuando el que escucha da una
respuesta, el Señor Jesús se encarga de transformar su camino, su vida en
instrumentos de su misericordia. Entonces habrá que conocer su mensaje, su
reino y trabajar en su nombre.
En días pasados compartiendo la vida y
la fe con el grupo de personas que se preparan para responder al llamado de
Dios, a recibir los sacramentos de iniciación cristiana en la Comunidad
Parroquial de Santa Juana de Arco, en San Antonio, TX., compartíamos la
reflexión de nuestra vida como un río, las personas y eventos que han influido
en nuestro camino, que han alimentado nuestro cauce, la manera como mi caudal
va fecundando la tierra y alimentando la vida de otras personas. Y a través de
esta dinámica, también quisiera invitarte a tomar un tiempo y reflexionar en tu
vida como un río, si gustas puedes hacer un dibujo para luego compartirlo.
“Soy como un río que va ganando
forma un caudal para llegar al mar…
Un
río nace siempre en un punto indefinido; algunos en medio de vegetación, otros
entre las rocas de una montaña. Pero cualquier pequeño nacimiento se transforma
en una corriente amplia de la cual los pescadores sacan alimento y muchos
árboles frondosos extienden sus raíces para tener hojas y frutos en el tiempo
debido.
Miro
hacia atrás y pienso en el curso de este río que soy yo, y que estoy aquí.
Pienso
en ese punto preciso que fui un río naciente. ¿Qué conozco y qué valoro sobre
mis propios orígenes?
El río influye en el paisaje donde está inserto, pero también el
paisaje influye en el río. El río cava su propio lecho, el paisaje abre espacio
para que la corriente fluya, pero también hay momentos en que se resiste.
Así se van definiendo la forma y el curso que sigue el río…
¿Por
cuáles paisajes ha corrido el río
de mi vida? ¿Qué circunstancias e
influencias fueron determinantes para mi formación como persona? ¿Qué tipo de
obstáculos y fronteras he enfrentado en mi vida, en qué momentos? ¿Alguna vez
sentí que el río podía secarse y terminar? ¿Sentí que el río de mi vida podía
perderse entre los pantanos? ¿Qué curvas o desvíos hizo el río de mi vida?
A lo largo de su trayecto el río también va encontrando un camino
más inclinado o una planicie abierta, terrenos propicios para el fluir de sus
aguas, terrenos donde las aguas corren libres y se tornan verdaderamente
fuertes.
¿Qué cosas de mi vida han sido para mí
fuente de energía y alegría?
Miro hacia atrás y veo este río que corre por muchos espacios
diferentes, unas veces más rápido, otras veces más lento, unas veces por
terreno difícil, otras por planicie alimentando la tierra fértil.
A medida que miro el curso de este
río… ¿Qué hechos de mi vida y puntos importantes me hacen sentir agradecida/o?
¿De qué forma y para dónde siento que mi río corre en este momento?
Del mismo modo que el río se alarga y
aumenta sus aguas a medida que se aproxima al mar, también mi vida se esparce y
profundiza en dirección de aquello que realmente quiero para mí. ¿Cuál es el
mar que busco? ¿Cuál es el llamado al que respondes cada día?”
Compartir la vida y la fe, nos une. Si
experimentas el gusto por compartir puedes enviármelas vía electrónica. ¡Sé que
Dios ha estado presente en tu vida que
es como un rio de agua viva!
Gracias. Sor Marichui Bringas, CCVI.
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