
Nativa de Lanesboro, Irlanda; nuestra hermana Rosaleen
Harold se caracteriza por su incansable espíritu misionero. Su predilección por
los más vulnerables la llevó a vivir 36 años en Perú y en la actualidad tras celebrar
su Jubileo de Oro, responde alegremente al llamado de ir a Zambia, África.
En las líneas siguientes extraemos una publicación del
Diario Irlandés ‘Longford Leader’ quien realizó esta nota a propósito de sus 50
años como Hermana de la Caridad del Verbo Encarnado.
Fue hace más de 50 años cuando Kathleen Harold, conocida
como Rosaleen, vio la parte continental
de Irlanda desaparecer de su vista mientras ella y otros ocho candidatas
comenzó el largo viaje desde Cobh a la Casa Madre en San Antonio, Texas. En ese
momento, no tenía ni idea de si, o cuándo, volvería a tocar suelo irlandés.
Pero ella estaba llena de un deseo de dedicar su vida a Dios en el servicio a
los demás. ¿Cómo vivir esto? No tenía ni idea.
El llamado de Dios llega a las personas en cualquier
momento de la vida, para Rosaleen llegó temprano. Su llamada fue "clara,
total, espiritual, personal y amorosa", recuerda. "Yo sabía entonces,
y ahora sé, que estaba siendo invitada a una vida de oración y servicio al
pueblo de Dios. Estoy segura de que el ejemplo de mi madre y mi santa abuela,
sin duda, influyó en mi decisión ".
Su viaje a lo largo de su vida religiosa ha ido desde Rathcline
y Brianstown a París, Texas, San Luis; Pittsburgh; México y Perú. "He
tenido el privilegio de haber trabajado como enfermera clínica y luego en la
educación de enfermería en Texas", agrega. "Pero lo que ha sido más importante
para mí, ha sido mi vida misionera en Perú, donde tuve el privilegio de
trabajar en las comunidades campesinas”, comparte.
Rosaleen Harold ha viajado a través de skyways y en las carreteras; por
carreteras secundarias pavimentadas y por agrestes montañas; apretujada en
autobuses y coches; montó a caballo, en burro y manejó carros; llevó en
camiones el ganado y a pie. A menudo, su trabajo a incluido visitar: a detenidos
en comisarías y cárceles superpobladas; a enfermos en hospitales y chozas
improvisadas de cartón y paja. A coordinado servicios sociales para los pobres
e indigentes a través de comedores populares y pequeñas huertas; apoyaba a las
mujeres campesinas en su lucha por sus derechos básicos y a desarrollar la fe
en comunidades que se refleja en el servicio a los demás.
Muchísimas gracias querida
hermana ‘Rossy’, como las Hermanas en Perú la llaman; gracias por tu constante
testimonio y respuesta generosa ante el clamor de Dios en nuestros pueblos.
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