
“Cuantos se
dejan llevar del Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y no han recibido un
espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que
nos permite gritar: Abba, Padre” (Rm 8,14-15)
Has cambiado mucho en la vida. Desde que eras pequeña(o) hasta hoy. Has conocido gente, has compartido
historias, has tenido aciertos y algún que otro descalabro. Y ahora eres consciente de que cuando te has
dejado acunarte o sacudirte, cuando has dejado que su palabra llegue hasta tus
entrañas, entonces tú has cambiado.
Pero a veces,
somos lentas(os), y a menudo sordas(os) o perezosas(os) para Él. Nos atascamos
en mil dinámicas que no nos dejan vivir a su manera. Nos vemos débiles, a veces
necias(os)… Menos mal que Él no se
cansa de modelarnos, nos sigue transformando con manos firmes. Él sabe a
dónde nos quiere llevar.
¿Dónde te ves necesitada(o)
de conversión?
¿Dónde sientes que Dios
trabaja en ti?
Al tiempo que
somos conscientes de que va tocando otras vidas, otras historias, otra gente,
en ocasiones nos reconocemos en otros rostros, y nos sentimos cercanas(os) a
otras vidas, porque sabemos que detrás
de todas(os) estás Él, uniéndonos, trabajando en cada ser humano, sin rendirte
con nadie, porque cree en todas(os).
Señor, tú
trabajas en aquellos a quienes quiero, y también en aquellos que me hacen
sufrir. En los cercanos y los lejanos, en las víctimas y los verdugos. Tú trabajas
incansablemente, siembras en cada una(o) de nosotras(os) la semilla de tu amor.
Ayúdame a mirar el mundo siendo
consciente de que tú lates en El, y de que, imperceptiblemente, vas poniendo
luz en cada vida.
¿Miro al mundo intuyendo
que Dios está transformándolo?
¿Dónde hay destellos de
Dios?
Original por: ©Jesuitas. Provincia de Castilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario