
La
oportunidad de hacer efectiva la promesa a Jesús que le hice cuando era niña,
me llegó cuando cumplí los veintiuno; yo estaba comprometida en matrimonio con
un muchacho que había sido mi novio por ya mas de cinco años y pues creíamos que
ya era justo y necesario casarnos. Pero
yo no estaba a gusto, había algo en mi interior que no me daba paz, era como si
estuviera caminando hacia una nueva situación que no era para mí, que no me iba
a ser feliz. Así es que platicamos, mi
novio y yo, y decidimos ir juntos a un retiro para jóvenes que estuvieran
planeando ser parejas en un futuro próximo.
Así lo hicimos, sin embargo él ya no se sintió motivado para regresar al
curso; yo si me sentí motivada a continuar y terminar el programa. Al termino de la semana se nos preguntó a los
participantes acerca de hacia donde veíamos nuestro futuro y pues claro que yo
dije que hacia un compromiso de servicio, pero que definitivamente no hacia el
matrimonio. Este reconocimiento me dio la sensación de libertad por primera vez
después de algún tiempo de sentirme insegura.
Claro que el resultado fue, que mi compromiso en matrimonio se cancelo,
y esto me dio aun mas felicidad y libertad.
Como resultado de la afirmación que recibí después
del retiro, busque como canalizar mi deseo de servir, así es que ingrese a un
grupo juvenil de reflexión Bíblica y preparación para algún ministerio en la
Iglesia. Yo me preparé para ir de “misiones” a lugares necesitados en mi país, México. Fui miembro del grupo de jóvenes misioneros
por dos años, durante los cuales encontré que podía ser muy feliz sirviendo a
los demás y esto me dio una nueva libertad, en la experiencia de aventura y
servicio que nunca antes había experimentado.
Durante mi tiempo como joven
misionera laica, yo recordé, o Jesús me recordó que yo le había prometido nunca
casarme y permanecer como su “novia para siempre” así es que renové esta promesa, de
manera privada por supuesto y esto me dio paz y estabilidad emocional, por un
tiempo al menos.
En el fondo de mi corazón yo no estaba en paz, con
el tiempo me di cuenta de que mi necesidad de Dios no se saciaba sino que crecía
cada día. Entre en una crisis muy fuerte
al darme cuenta de que yo quería tener un compromiso de tiempo completo con Jesús,
pero me sentía atada aun a varias situaciones como son el trabajo, mis amistades,
diversiones y aventuras; y de un modo especial mi familia, mas concretamente
mis padres.
En esta etapa fue cuando Dios envió a mi
vida a una hermana de las Hermanas de la Caridad del Verbo
Encarnado. La hermana fue un regalo de Dios para mí, con su
experiencia y compromiso me ayudo a discernir lo que Dios quería de mí.
Un día,
estando en entrevista y después de discutir y llorar mi propia situación, la
hermana me dijo: “Leticia, ¿crees en mí? ¿Crees que yo te hablaría con
la verdad? Yo le contesté que sí. Desde la fe, yo la consideraba enviada de Dios
para mí, entonces ella me dijo: “Leticia, tú tienes vocación para la vida
religiosa; Jesús, Verbo Encarnado te está llamando a servirlo, ¿crees tú esto?
En ese momento me di cuenta que esas eran las palabras que mi corazón estaba
ansiando escuchar y le contesté en medio de lagrimas, que sí, creía.
Después de esa entrevista, entré a un proceso de
preparación que, aunque no fue nada fácil sino todo lo contrario, finalmente pude
ingresar a la vida religiosa en la Congregación de las Hermanas de la Caridad
del Verbo Encarnado, el 5 de septiembre de 1985. Hice mi primera profesión el 15 de Agosto de
1988; y de verdad confío que Jesús Verbo Encarnado me permita, y a ustedes lectoras(es) pidan por mí, para
que yo pueda continuar y terminar mi vida en este mundo siendo 'suya para
siempre”. Hasta el final.